miércoles, 28 de abril de 2010

Una mañana linda

Tuvimos la suerte de que una chica comenzara esta semana a trabajar en casa; la idea es que además de hacer las tareas hogareñas pudiera ayudarme un poco con los chicos. Cuando comenzó yo me sentí aliviada porque ahora iba a disponer de mucho tiempo para hacer esas cosas que una solía hacer antes de ser mamá y que con el nacimiento de los niños se había complicado. Yo estaba tan feliz. Es que hoy, por primera vez en dos años pude bañarme sola, sin ningún baldecito, sin ninguna tacita, sin el sapo pepe nadando a mi alrededor. Sola.
Es que a mí me encanta bañarme con Delfina pero a ella no le gusta que yo abra la ducha, prefiere la bañera llena y que el agua corra por la canilla, nada de ducha. Ella llora si yo abro la ducha, se asusta con la espuma del shampoo, entonces empieza a gritar y se quiere escapar de la bañera, mientras tanto yo me asusto por temor a que se resbale, entonces la atajo, pero como aun cae la espuma del shampoo, ella llora porque le entró en los ojos; salgo a medio bañar, con el pelo sin enjuague y con espuma en la frente y digo que está bien, que dentro de todo fue casi un baño, y salgo.
La envuelvo en la toalla pero ella no quiere que los brazos le queden inmóviles a los costados, enredados, entonces comienza a hacer movimientos que sorprenderían al mismísimo Houdini y se suelta y corre descalza, mojada y desnuda hacia el cuarto. Se cae, siempre se cae porque está mojada y descalza, entonces llora, entonces la abrazo, la tapo con la toalla y ella empieza otra vez a querer soltarse. Entonces la dejo, la dejo libre para que haga lo que se le cante. Ya me ganó una vez en este día, ya son las 10.
Busco en su cuarto algo lindo para ponerle, abro la cómoda, hace mucho que no veía la ropa tan planchada como ahora, que viene Noelia y que se encarga de casi todo. A mí me encanta que la ropa esté planchada, no me gustan sus ropitas ni las mías con arrugas, entonces abro el cajón de las remeras y pantaloncitos y con cuidado elijo para no desdoblar y arrugar nada, busco algo que combine. Saco una remerita blanca con lunares grandes y verdes, el detalle de la margarita en el pecho la hermosea aún más a mi hija hermosa; esa blusa queda de perillas con el shorcito de jean, que tiene unas florcitas en el bolsillo trasero, que la dejan todavía más bonita. La escucho acercarse y ya está a mi lado colgada de la cómoda, queriendo con su magra altura asomarse para ver qué ropa hay, qué cosa le gusta, entonces empieza a revolear remeras y vestidos, los deja en el suelo y encuentra aquella solera que yo escondí y que a ella le encanta, es que aunque de verano, la tela es algo calurosa, por eso prefiero que no la use, porque sospecho que aunque bella le causará molestias en la tarde, pero a ella le encanta y la agarra, bien fuerte la abraza y me dice “ete, ete”. Yo le digo que no, que mejor la remera a lunares pero insiste y corre, desnuda, con el vestido en la mano; yo la corro con la remera a lunares haciendo la pantomima de un cazador tratando de atrapar la presa, le hago una especie de tacle, y le agarro la cabeza con la intención de ponerle la remera, pero ella se zafa y sigue adelante. Entonces le pido el vestido que eligió y se lo pongo. Me ganó otra vez. Ya son las 10.15.
Llora Joaquín. Le dio hambre. El está abajo, dormido un rato en el coche. Le pido a Delfina bajar porque su hermano llora, ella acepta pero quiere bajar sola las escaleras. Le cuento, igual que ayer, que no puede porque es muy chiquita, que con dos años no está todavía en condiciones de bajar sola, que la llevo en upa, que es más seguro. Ella no quiere, porque quiere bajar sola y repite “sola sola sola sola sola sola” hasta aturdirme. La bajo como puedo en brazos y le preparamos la leche a Joaquín que grita como un loco y que ya está rojo punzó de la bronca y del hambre.
Hay que cambiarle el pañal a Joaquín así toma la mamadera cómodo y ya queda listo para el jardín. Para cambiarlo es necesario hacer un movimiento ágil, inequívoco. Si se tarda más de la cuenta (5 segundos a lo sumo) te hace pis y te moja todo, nunca se sabe bien para dónde apuntará, puede ser la ropa, o el sillón. Lo apoyo sobre el sofá, me sonríe, es tan lindo, me sonríe y me distrae, le sonrío. Me distrajo, me ganó, me hizo pis. Es tarde. Son las 10.30.
Ahora le doy la mema a Joaquín, es tan mimoso, ayer cumplió tres meses. Delfi busca “algo” dice, “quiero algo”; le pregunto “algo como qué”, me responde “algo”. Encuentra algo, mi billetera, juega entonces con las tarjetas de crédito, con las de débito, con los billetes, me vende cosas, yo se las compro contenta. Me saca el carné de conductor, se sube a su moto y sale, sale a buscar las llaves de mi auto para encender su moto multicolor y vuelve contenta y me muestra, levanta el bracito y hace sonar las llaves para que vea que las encontró. Yo le doy la mema a Joaquín así que ella aprovecha y usa todo ya que estoy inmóvil y lo sabe. Entonces aprieta el control de la alarma del auto y se divierte con el sonido al activarla y al desactivarla y vuelve otra vez y así mil veces a activar y desactivar la alarma. Después hace el ademán de encender la moto y sale rauda hacia el escritorio, antes me da un besito, es tan linda.
Los subo al auto, salimos en breve hacia el jardín. Ya estoy aliviada, están atados. Cierro la puerta de casa y salgo. Son tan hermosos, no sé por qué digo siempre que me preguntan que con dos hijos suficiente.

2 comentarios:

María dijo...

Ce sos lo mas!!! me encanto tu historia, enseguida me di cuenta que lo estabas contando por experiencia propia...buenisimo...
Besos.
María

Sirinivasa dijo...

Pestacular estimada, ya me había reído de buena gana con éste. Eso sí, pedimos más!!!

Saludo y bienvenida al raromundo blogosférico, que no afloje