Violetta
tiene dos t, y una vida como la de
cualquier otra adolescente argentina: creció en Europa, no fue a la escuela,
una institutriz le enseñó todo en su casa, y es cantante. Obviamente su padre
es rico. La madre murió o algo así, y ahora vive acá. Tiene una amiga italiana,
uno brasilero, otros dos que vienen de Madrid y un mexicano. La vida de
Violetta es la integración de un mundo en el que si hay un negro, tiene rastas (y hay solo uno). Todos juntos participan de una escuela de canto, o algo así.
Delfina está
como loca con Violetta. Quiere todo el marchandaicin. Yo se lo compro: discos, remera,
vincha, gorro, diario íntimo, álbum de figuritas, revista, calcos, entradas para el teatro, todo, pero
también le explico.
Es su
primera experiencia frente a un producto que ofrece la tele, y aun no
distingue entre la vida real y la ficción. Hace unos días me planteó que si
tuviera que salvar a una amiga salvaría a Violetta. Quise explicarle que la
vida real no es eso que ve por la tele y le dije: Violetta no es tu amiga, no
te conoce y vos no la conocés a ella. Violetta es un personaje, lo que ves es
sólo una actuación. Me miró incrédula. Profundicé diciendo que si Violetta tuviera
que salvar a alguien no la salvaría a ella, en primera instancia porque no sabe de su
existencia. Me dijo que mentía. Intenté encontrar el modo para que comprendiera
lo que trataba de decirle, probé que pensara en sus amigas reales, las nombré,
puse ejemplos, describí situaciones. Repitió que yo mentía.
Violetta es
el Imperio, hija. Es la corpo. No es
una persona, es un producto. Genera millones en ganancias, y cuando ya no sea
rentable va a desaparecer, y aparecerá otra con otro nombre y será furor, y luego
otra y así. Violetta es el Imperio hija, entendelo.
Se le
quiebran los labios, ahora le quedan estirados y finos, le pasa siempre antes de
llorar con desconsuelo. Y no para.