Los padres
siempre, aunque intentemos que no, utilizamos a nuestros hijos para algo. Unos
más jodidos, los ponen de trofeo ante un divorcio; otros más pavos, los llevan
a un casting de tv aunque el infante no sabe bien dónde ni para qué está; o lo
obligan a ganarle y destrozar a su amiguito en un torneo de tenis, o a tocar el
piano y triunfar como no les sucedió a ellos.
Yo no los
uso para superar mis frustraciones, sólo los uso para ver si llego a conocer a
Cristina en la vida real.
Los adultos
también tenemos derecho a conocerla, no nos conformamos más con verla por la
tele.
Desde que
el nenito hermoso y tierno y gracioso y tenaz pidió ver a Cristina en la vida
real y ella lo recibió junto con su familia, me la paso filmando a mis hijos,
esperando que hagan una monería, una monería montonera dentro de lo posible,
montonera y graciosa que llame la atención de Cristina para que quiera conocer
a uno de mis hijos en la vida real. Un pasito de baile, un malabar con el
bastón del mariscal, no sé. Algo.
Cada mañana
al abrir mi casilla de correo me ilusiono con encontrar un mail de Scoccimarro
que diga: “La Señora Presidenta está deseosa de conocer al niño montonero,
¿usted es la madre?”. Espero todavía, ansiosamente, que la canaleta de facebook
o youtube me arroje en Balcarce 50, porque yo también tengo derecho a ver a
Cristina en la vida real. Recontra ufa.
1 comentario:
MUY GENIAL
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